Ebrio de profesión.

En una gasolinera de la estepa manchega. Al atardecer.


Un coche aparece en la lejanía, parece ir muy deprisa levantando nubes de polvo allá por donde pasan sus ruedas, cuando se encuentra a unos cientos de metros, el motor deja de rugir y a este silencio le sigue el chillido del freno de mano. A la altura de la gasolinera aminora considerablemente la marcha y enfila lentamente la rampa que hace de entrada a ella. Se abre la ventanilla del piloto y de ella sale una mano. Pasa, uno tras otro, todos los surtidores y en el último se detiene.

Del coche baja un tipo de unos 45 – 50 años de pelo rubio y alborotado. Lleva gafas de sol; un poco mas grandes de lo normal (¿y eso dicen que es “cool”?) y un corpiño de cuero.
Se acerca con paso desgarbado hacia la tienda.
Coge un par de botellas de vodka, ginebra y whisky y se dirige a la caja.
El dependiente; que andaba absorto de un lado a otro leyendo una revista, se da cuenta de su presencia.

Dependiente. - ¿Me permite, señor? (Le pide las botellas)
Tipo Raro. – Cóbrame también la gasolina.
Dependiente. – Las botellas son 40 y 20 de la gasolina…60 euros, caballero.
Tipo Raro.- Aquí tienes 70. Quédate el cambio y gástatelo en vicios.
Dependiente. – Gracias, majo.
Tipo Raro. – Adiós, carpe diem.

Sale de la tienda para encaminarse a su coche, saca un cigarrillo y juguetea con él entre sus dedos. Una chica de unos 16 años deja la manguera en el surtidor y se introduce en el coche. Le sigue el hombre que saca una cerilla y enciende el cigarrillo. Entra en el coche y le da la cerilla a la chica que baja la ventanilla y le lanza un beso al dependiente, que se había quedado embelesado mirándola, con el que apaga la cerilla que se resbala suavemente de sus dedos.

Tipo Raro. - ¿Te gusta?
Chica. – Es simple coquetería.

Arranca y sale de la gasolinera a una velocidad moderada.

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